miércoles, 4 de septiembre de 2013

Cuatro.






Cuatro.


“Pipipipip” gruñí, palpé la mesita que estaba justo al lado de la cama, al encontrar la alarma la quité.

Me incorporé, caminé hasta el armario, allí saqué un jersey negro junto unos jeans desgastados y unas botas negras, me vestí.

Caminé hasta el espejo, peiné mi cabello, lo dejé suelto, algunas ondas caían hasta mis pechos.

Agarré la mochila, después salí de casa, normalmente no solía desayunar por las mañanas, simplemente tomaba un batido o ni eso.

El Domingo había sido totalmente aburrido, nada del otro mundo, fue un día lluvioso y a pesar de que esos días me gustaban pasarlos leyendo con una buena taza de chocolate caliente lo había odiado demasiado.

Hoy era Lunes, eso significaba que me esperaba una aburrida mañana de instituto e inmediatamente después de salir ir a trabajar a la cafetería con ese estúpido uniforme de camarera porno, cómo yo solía llamarlo. Vale que la cafetería esté ambientada en los años 50 pero no es necesario ir vestida como una autentica p*uta a trabajar, odio ese uniforme color azul, es tan corto que apenas puedes agacharte sin que se vea aun que sea un poco el trasero.

La mañana pasó rápida, realmente demasiado, no esperaba que Steven, el profesor de Biología nos hiciera diseccionar una pobre lombriz. Pobre animal, es decir, no sé aún qué función tiene en esta vida tan cruel, pero supongo que igualmente no merecía morir ahí entre metales, más siendo diseccionado por un bisturí.

Cómo siempre las plásticas animadoras se negaron rotundamente a hacer esa tarea porque oh dios, no lo hacían por no matar a ese indefenso animal si no porque no podían ni verlo, cuando Steven puso la lombriz en el pupitre compartido por Kristine y Bonnie estas gritaron como crías y corrieron hacia el otro extremo de la clase alejándose totalmente del animal el cual sólo le faltaba gritar para que no lo mataran, ugh.

Entré en la cafetería, su nombre en rosa chillón con algunas luces de neón lo hacían resaltar de entre las demás tiendas; “50 Pinkie.”

Jonnah, el chico que tenía el mismo turno que yo y que por lo tanto trabajábamos juntos sonrió al verme entrar mientras ponía la máquina de los batidos en marcha. 

“Hey Ronnie.” Saludó amistoso tras la caja. 

“Jonnah.” Sonreí a la vez que pasaba a los vestidores, allí dejé la ropa de calle atrás para adentrarme en ese diminuto y apretado vestido color azul agua.

Até el lazo color blanco del vestido, este quedaba justo debajo de la espalda.

Salí, había bastante gente, ayudé a Jonnah con los cafés y batidos, el que sólo dos personas estuviésemos en la cafetería hacía del trabajo un gran reto. 

Daisy, la chica que controlaba la caja había dado a luz un crío y por ello no venía, tan sólo tenía los 19, pero aún así lo tuvo, en realidad pienso que está mal pero tuvo el valor para seguir adelante y es lo único por lo que la admiro.

“¿Qué tal te fue el fin de semana?” Preguntó el chico de cabello chocolate; Jonnah.

“Hum…” Sonreí. “Bien, eso creo.” Hice una mueca, él rió.

“No pareces muy segura.” Dijo limpiando algunos vasos. 

“Oh, pasar todo el día en casa leyendo libros es realmente divertido, te lo recomiendo.” Sonreí rodando los ojos, sentí como él rió.

Jonnah Parks es un buen chico de 19 casi 20 años, sus ojos son verdes, su cabello chocolate, es realmente atractivo y quizás algunas veces haya pensado que es imposible que alguien tan… Reclamado por las chicas sea “mi amigo”.

“Hum, si, podría probarlo contigo.” Su voz sonaba dura, tensa, parecía tener miedo a mi reacción.

Abrí los ojos, fruncí el ceño, quedé mirándolo, él encogió sus hombros, rápidamente caminé hacia él dándole un leve empujón, él rió.

“¡Jonnah!” Exclamé mientras caminaba para alcanzar un vaso de plástico y así llenarlo de batido.

“¿Qué? ¿No puedo quedar con mi compañera de trabajo?” Puso una mano en su cintura, yo lo miré, enarqué una de mis cejas mientras caminaba hacia la mesa 6, la propietaria de ese batido.

Dejé el batido en la mesa sin darle mucha importancia al cliente, voltee para caminar hacia la caja, pero una voz aterciopelada muy familiar hizo que parara en seco.

“Ronnie.” Giré para encontrarme con el chico de ojos mieles y cabello dorado; Justin.

“Justin.” Fruncí el ceño, me acerqué. “¿Qué haces aquí?” 

“Si no me equivoco esto es una… ¿Cafetería?” Una tierna mueca se hizo en sus labios, yo abrí mis ojos.

Mierda, siempre tan boba. ¿Creías que venía a verte? Pues no.

“Huh, eh, si claro.” Sonreí, él hizo lo mismo mostrando sus perfectas perlas.

“No sé si ves que estoy con mi novio.” Una voz chillona invadió mis oídos, esta resaltó la última palabra, al mirarla vi que era Kristine, llevaba un top rojo, su cabello negro carbón estaba completamente liso.

“Kristine, no.” Dijo molesto Justin.

“No, es cierto, debo volver al trabajo.” Mordí mi labio, solía hacerlo cuando estaba nerviosa.

“Espera.” Gritó la morena.

Giré para ver qué diablos quería, esta con un ágil movimiento lanzó su batido al suelo, tintando las baldosas por completo de marrón, la fulminé con la mirada.

“Mierda, soy una patosa.” Se lamentaba observando el desastre que había hecho.

Claramente ella acababa de tirar ese batido apropósito, puedo parecer tonta, pero una cosa es parecerlo, otra serlo.

Caminé hacia el mostrador para agarrar una fregona, cuando la cogí caminé hasta la mesa 6, allí limpié el estropicio, cuando acabé me agaché para coger el vaso.

Lástima, en ese mismo momento recordé que el vestido jugaba muy malas pasadas, rápidamente me incorporé, miré a Justin, este acababa de apartar su mirada de mi trasero.

Sentí mi corazón acelerarse, debería de ser grosera con él pero sólo sentí como mis mejillas ardían más que nunca, como mi pecho subía y bajaba rápidamente a la vez que mis piernas andaban por si solas hasta la caja.

Sentí la voz chillona de Kristine regañar a Justin con algo así cómo “¿Estabas mirando su maldito trasero?” Pero le resté importancia.

Dejé la fregona en su sitio y tiré lo demás a la basura, respiré hondo intentando calmarme, realmente no estaba acostumbrada a que ningún chico mirara con tan detenimiento mi trasero y era algo que me asustaba de alguna forma.

“¿Ronnie?” La voz de Jonnah me sacó por completo de mis pensamientos.

Pestañee seguidamente, todo se volvió claro, me giré para encontrarme con sus ojos verdes mirándome algo preocupado, mostré una de mis mejores falsas sonrisas, me sentía preocupada y eso era estúpido pero así me sentía.

“¿Sí?” Miré de fondo la mesa 6, Justin parecía molesto mientras su novia le soltaba un sermón.

“¿Qué te tiene tan… Preocupada?” Miró en ambas direcciones asegurándose de que nadie nos escuchara.

“Nada.”

“Eso es un “No te lo voy a decir, no insistas.”” Rodó sus ojos, yo encogí mis hombros, en realidad sí, era así.

Chasquee mi lengua apoyándome en la encimera. “¿Qué más da?” Suspiré, aparté mí vista de Justin; Por fin.

“Voy a llevar esto.” Señaló unas hamburguesas, yo asentí.

Me apoyé en la encimera de espaldas, cerré mis ojos.

Realmente lo exageraba mucho, pero nunca antes había pasado por algo así y era tan raro, es decir, no le dije nada cuando si fuese otro chico seguramente le hubiese dicho algo pero… No fue así.

“Hey.” Su voz sonaba de nuevo, la voz que nublaba mis pensamientos, la de Justin.

“Huh, hola.” Fruncí el ceño. “¿Porqué lo hiciste?” Cerré los ojos, mierda, puedo llegar a ser tan … Idiota. 


“¿El qué?” Preguntó incrédulo.

“Oh vamos, miraste mi trasero por más de un minuto.” Le miré a los ojos, él sonrió de lado, nuestros ojos quedaron juntos por un buen rato.

“Vaya, lo siento.” Alzó sus manos en señal de no ofender, yo solté un leve “Já”. “¿Qué?” Rió.

“Es muy normal mirar el trasero de otra chica mientras tu novia está delante.” Enarqué una de mis cejas divertida, él rió, unos bonitos hoyuelos adornaron sus mejillas, sus ojos brillaban, se veían más claros. 

“Ella lo entenderá.” Movió su mano restándole importancia, yo suspiré. “De todas formas no es muy recomendable ir vestida así en el trabajo.” Su voz sonaba seria.

“¿Tendré yo la culpa de que el jefe ponga este estúpido uniforme porno?” Lo miré, él rió de nuevo, esa risa tan bonita y alegre que sólo él sabía hacer sonar.

Suspiró, pasó una de sus manos por su cabello despeinándolo aún más. “Ronnie, Ronnie…” Humedeció sus labios.

“¿A qué has venido?” Sonreí jugueteando con mis manos, por dios, estas me sudaban como nunca, su presencia me provocaba nervios.

“A pagar el batido aun que… Al final no lo tomó.” 

“Oh, no hace falta que lo pagues.” Encogí mis hombros.

“Sí, da igual.” Palpó sus jeans color blanco, sacó su cartera y de ahí el dinero, lo puso sobre la encimera.

Iba vestido realmente sexy, llevaba una camiseta de tirantes color rojo, los jeans blancos y unas vans rojas.

“Huh, vas combinado con Kristine.” Reí aceptando su dinero a la vez que lo guardaba en la caja.

“Oh no, es ella quien intenta que vayamos iguales, en realidad es una tontería.” Frunció el ceño formando una mueca.

“Sí, en realidad sí.” Humedecí mis labios.

“Me sorprendí al verte trabajar aquí.” Murmuró.

“¿Enserio?” Reí.

“Si, no te imaginaba trabajando pero debo decir que ese uniforme te queda genial así que te ves bien hasta en el trabajo.” Sonrió divertido, mis mejillas ardieron, supe que me había sonrojado cuando sonrió de nuevo, una sonrisa sonora, más bien risita. “Deberías ir más a menudo así, digo, con sudaderas estás bien, igual de bonita pero así es mejor créeme.” Abrí mis ojos, sentí que mis mejillas iban a estallar en cualquier momento y que podía darme perfectamente un ataque al corazón, nunca me habían dicho tantos piropos en un solo día. “Aww, me gusta cuando te sonrojas, te ves tierna.”

“Para.” Dije tajante, esto empezaba a sacarme de mis casillas.

“¿De qué?” Enarcó una de sus cejas, me miraba a los ojos pero yo simplemente miraba hacia otra dirección.

“Lo sabes perfectamente.”

“No hice nada malo.” Susurró.

“Pero me pone nerviosa.”

“¿Te pongo nerviosa?” Encaró divertido, yo rodé los ojos, voltee ignorando su pregunta. “Vamos Ronnie, no es para tanto, a cualquier chica le gusta que la piropeen.” 

“Yo no soy cualquier chica, soy muy diferente y créeme sobretodo soy difícil.” Sonreí satisfecha ante mi respuesta, caminé hasta la puerta que daba a los vestidores, ya había acabado mi horario.

“Es lo que más me gusta de ti, eres especial.” Sentí que decía algo, más bien murmuraba pero no le di importancia.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Tres.
















Capitulo tres.


Miré el reloj, las 12:30, salí de mi cama, noté como algo se movía sobre ella, asustada miré que ocurría, esperaba encontrarme con cualquier cosa extraña, hasta un alíen, pero sólo era Lola revolcándose por el edredón color gris.

“Lola... Que dije acerca de dormir sobre la cama.” Acaricie su cabeza, esta me miró, parecía poner ojitos, sabía que con eso me ganaba totalmente. “Está bien… Pero no te acostumbres.”

Podía considerarme oficialmente loca, lo mío no era para nada normal, hablaba con un perro cómo si fuese una persona e incluso esperaba una respuesta por su parte.

Hice la cama y caminé hasta el armario de oscura y vieja madera, lo abrí, observé mi ropa, agarré una sudadera negra, unos jeans oscuros algo desgastados y unas converse también negras.

Me miré en el espejo, no tenía ganas de verme, pero para arreglar mis pelos tenía que hacerlo.

Agarré un coletero e hice de mi cabello un moño alto despeinado.

Caminé hasta la cocina, miré la nevera, no había apenas nada para desayunar, en realidad hacíamos desayuno comida. Sólo quedaban un par de magdalenas y un batido de chocolate, eso sería para Jason, yo mejor iría a algún Starbucks a tomar un batido.

Me despedí de Lola, agarré mi bolso, el móvil, las llaves y salí de casa, como siempre siguiendo aquella rutina, pulsando dos veces el botón del ascensor y saliendo del bloque de tétrico aspecto.

El viento chocaba contra mi rostro dejándolo helado, el invierno se acercaba, con ello venía las vacaciones y… La navidad, época la cual odio con todas mis fuerzas, básicamente ver como las familias lo pasan bien cantando villancicos y entregando regalos no es de las cosas que más me gusta presenciar, mi familia no es así, desde que mamá se fue dejó de ser así.

Extraño muchas cosas, los regalos, las risas, las bromas… Pero nada volverá a ser como antes, jamás.

Entré al Starbucks, el chico de ojos azules que casi cada mañana servía mi café ya tenía preparado mi capuccino, le pagué y salí de ahí mientras dejaba que el liquido caliente quemara mi garganta y inundara mis labios con su dulce sabor.

Fui en la dirección en la que cada vez que me sentía mal iba, al cementerio, a visitar a mi madre y impregnar las páginas de mi diario con textos depresivos y totalmente preocupantes.

Al llegar caminé hasta la segunda entrada de este, allí a la izquierda se encontraba la tumba de mamá, siempre vacía, nunca llevaba flores, sentía que era algo estúpido, mientras estuviese limpio a su alrededor todo estaría bien.

Me puse a cuclillas, observé el grabado de la lápida; Samantha Laine, Siempre en nuestros corazones.

Suspiré pesadamente mientras me sentaba a su lado, como siempre hacía, me hacía sentir más cerca de ella, venía a escribir siempre en mi diario junto a ella, para que supiera todo lo que ocurría.

Busqué en el bolso el pequeño diario color rojo, cuando lo encontré abrí una de sus páginas, saqué un bolígrafo.

“Querido diario, o mejor dicho, querida mamá.
Realmente papá está muy mal, demasiado, él desde que tú no estás… No… No es el de antes, aquel padre trabajador el cual era todo un perfeccionista, él ahora es un alcohólico, vende droga y el dinero que gana lo gasta en más alcohol. Sé que tú no hubieses querido que esto pasara, pero simplemente todos caímos en algo desde que te fuiste, papá en la droga y el alcohol, yo en una terrible depresión, intenté suicidarme… Ya lo sabes. A Jason lo insultan en la escuela gracias a la terrible hermana suicida que tiene y al gran señor que se hace llamar papá. El caso es que ayer Breyana consiguió sacarme de casa para ir a una fiesta, sé que te sorprenderá, la verdad es que sabes que he ido a fiestas las veces contadas porque no es lo mío, pero justo al llegar me sentí aburrida, así que quedé apartada de la gente. Las chicas las cuales me hicieron la vida imposible durante toda la época de instituto (y que aún siguen haciéndomela) vinieron a mí, todos se enteraron de la patética vida que tengo, se rieron y rumorearon entre ellos. Esa… Chica, Kristine, tiene novio, un tal Justin Bieber, él… No es nada como ella, todo lo contrario, sentí un terrible alivio al ver que él me había sacado de aquella vergonzosa situación en la que me encontraba, me defendió e incluso peleó con su novia porque lo que estaba haciéndome estaba mal, cosa que agradezco. ¿Sabes? Lo noto diferente, seguramente no esté en lo cierto, pero a pesar de su duro aspecto debajo de esa ropa, creo que se oculta alguien con un grande corazón, es decir, sólo hace falta ver como actuó sin conocerme. ¡Me llevó a casa! Bueno… En realidad le mentí sobre donde vivía, caminé hasta una casa totalmente ajena, no quiero que vean que vivo ahí… No quiero que sientan pena por mi mamá, pero creo que realmente hasta yo misma la siento, odio mi vida, sé que no te gustaría verme así, pero simplemente no puedo ocultarme, no puedo negar la realidad que es esta.


Ronnie Laine.

Cerré el diario, miré mi móvil, 17:24, había pasado demasiado tiempo aquí cuando para mí sólo habían sido unos minutos.

Recogí todo lo que tenía cerca, me levanté, miré por última vez la lapida.

“Nos vemos.” Sonreí y caminé dirección hacia la salida.

Caminé hasta casa, al llegar al portal vi a Breyana, fruncí el ceño, ella al verme sonrío y encogió sus hombros en señal de que tenía que venir.

“Desapareciste.” Dijo la morena de ojos muy pintados, cruzó sus brazos apoyándose en la fachada, yo suspiré, pero al recordar quien me acompañó a casa sonreí. “Ey, espera, ¿qué me perdí?”

“Nada.” Negué con la cabeza sentándome en la puerta de casa, ella hizo lo mismo, no dejaba de mirarme curiosa, me sentía incomoda. “Deja de mirarme así por dios.”

“Oh vamos, no me lo creo.” Rebuscó en su chaqueta color verde militar sacando un paquete de tabaco, agarró un cigarro, lo llevó a sus finos labios y lo prendió.

“Deberías empezar a creerme.” Rodé los ojos, la miré.

“Pero sonreíste, eso es muy raro.” Enarcó una de sus cejas, aspiraba la substancia. “Además…”

“¿Qué?” La interrumpí.

“Me dijeron que te fuiste con un chico… Jaxon… Dustin... Justin.” Al acordarse de su nombre abrió los ojos, reí negando. “Vaya, vaya.” Rió, me pegó un codazo, me quejé.

“Breyana Roberts.” La regañé, ella sabía que odiaba hablar sobre estas cosas, aun que en realidad nunca hablábamos de chicos en cuanto a mí.

“¿Es el novio de Kristine?” Volvió a aspirar del cigarrillo.

“Sí, novio.” Resalté la última palabra haciéndole entender que no era nada, cosa muy obvia.

“Ay Ronnie, no tiene nada de malo que salgas con chicos, que entre en esa cabeza” Estiró su dedo índice y golpeó con él mi cabeza. “Tienes 18 años, y que tarde o temprano tendrás novio, por mucho que quieras negarlo, la adolescencia es así.” Explica.

Odio que sea tan filosófica, porque solo se comporta así cuando le interesa, pero para ella nunca aplica sus consejos, típico.

“Pero vas estás muy equivocada, ese chico sólo se ofreció a llevarme a casa, además como tu muy bien has dicho tiene novia.” Hice una pausa, miré la carretera. “Además quien se va a fijar en mi.” Chasquee mi lengua y negué con la cabeza aún mirando el asfalto.

“Dicen que tienen problemas, no es una buena relación, siempre los ven discutir, a Justin lo conoce mucha gente, cuando iba al instituto era quarterback y bueno, Kristine es animadora, a ella le interesa estar con un chico tan popular, en realidad su popularidad ha sido gracias a Bieber, sin él estaría perdida.” Explica jugueteando con el paquete de tabaco. “Se dice que ella siempre le dice de volver cuando pelean y como él cree que puede cambiar y ser como la chica de la que se enamoró vuelven, pero siempre es igual, esos dos no van a ninguna parte.” Me mira. “Y mira Ronnie, no soy de esas amigas las cuales te dicen “¡Qué bien te ves!” pero eres bonita y una gran persona, algún día encontrarás a alguien, las cosas buenas llegan sin buscarlas y esperarlas.”

Sonreí al escuchar lo último, nunca pensé que Breyana podría tener esa faceta, realmente nunca lo creí, siempre es tan… Suya.

En realidad la culpa no la tenían los chicos, era mía, soñaba con encontrar a un chico perfecto, el prototipo de chico que busco, aspecto duro pero tierno corazón. Eso ocurre cuando ves y lees muchas cosas románticas… Mi vida sería algo perfecta y con valor si al menos tuviese a mi lado un chico como el de “El diario de Noa” Pero vivo engañada en mi mundo y lamentablemente los chicos no son para nada así, menos ahora.

“Sí, supongo.” Suspiré, agarré el cigarrillo que mi amiga sostenía, aspiré de él, esto provocó una fuerte tos, ella rió.

“¿Qué diablos haces?” Reía sin parar.

“Darle un tiro, ¿pasa algo?” Agité mi cabeza, no estaba acostumbrada al sabor del tabaco.

“Nunca fumas, por eso lo he dicho, frena.” Se levantó, sacudió su ropa, me miró.

“¿Ya te vas?”

“Sí, he quedado con… Dylan.” Enarcó una de sus cejas.

“Dylan es…” La animé a hablar.

“Amigo de Bieber.” Movió sus cejas, mi boca se abrió formando una pequeña O.

“Oh.” Sólo pude decir eso, miré la puerta. “¿Vas a liarte con él?” Una risa nerviosa salió de entre mis labios.

“No lo sé, lo conocí ayer en la fiesta, fue quien me dijo lo de que te fuiste con él.” Sonrió buscando entre los bolsillos de su chaqueta.

“Suerte.” Sonreí, agarré mis llaves y las metí en la cerradura de la puerta, esta hizo un leve clac y se abrió.

“No la necesito cariño.” Alzó sus brazos en señal de que no tenía la culpa, yo reí negando.

“Hasta…”

“Ya te diré día.” Hizo una mueca mientras se alejaba.

“Oh, está bien, adiós.” Agité mi mano a la vez que dejaba atrás la puerta y esta se cerraba de un portazo.

Al llegar a casa saludé como de costumbre a Lola la cual siempre salía a saludarme, vi que tenía el collar puesto así que entendí que Jason la había sacado a pasear.

Dejé mis cosas sobre la butaca y caminé hasta la habitación de Jason, todo estaba oscuro así que supe que estaría durmiendo, el pequeño granuja era toda una marmota.

Encendí mi portátil, el regalo de hace unos años atrás de mamá por navidades. Revisé mis mensajes y demás, después me conecté a twitter.

“Es difícil cuando no tienes a la persona que quieres a tu lado.” Twitee, seguidamente miré el inicio leyendo algunos tweets de gente a la que seguía.

Una interacción, “Justin Bieber a retwitteado “Es difícil cuando no tienes a la persona que quieres a tu lado.”

Mi corazón se aceleró, la saliva se hizo algo espesa, costaba tragar ese gran nudo que llevaba en mi garganta.

“Idiota.” Susurré para mí misma, realmente me emocionaba con nada, más con una cosa tan insignificante.

Cliquee sobre su perfil, la foto que tenía salía él mismo sacando su lengua, llevaba una gorra.

Reí, realmente el chico era guapo, tenía unos rasgos demasiado perfectos y perfilados, algunos pequeños lunares (diría que muy poco visibles) esparcidos por su rostro, uno cerca de sus labios. Su cabello era dorado y sus ojos mieles, al parecer se volvían más claros con la luz, en la foto se aprecia mucho más.

“ Justin… Bieber.” Dijo leyendo una voz un tanto de pito.

Cambié rápidamente de página y cerré el portátil, giré bruscamente encontrándome con los ojos chocolates del mocoso de Jason.

“¿Qué demonios haces? Te dije que llamaras al entrar.” Dije algo nerviosa.

“¿Quién es él?” Enarcó una de sus cejas divertido, una sonrisa adornaba su rostro.

“Nadie, largo.” Me levanté empujándolo hacia la puerta, iba a cerrarla cuando justo puso su pie impidiendo esa acción.

“¿Tienes novio?” Gritó, no quería que papá malpensara así que lo metí dentro de la habitación corriendo, sin darle tiempo a decir cualquier gilipollez más.

“¿Eres idiota? ¡Claro que no!” Dije rápidamente algo nerviosa, rasqué mi nuca.

“¿Quién es pues?” Se sentó sobre la cama, lo miré, rodee los ojos.

“Es un chico que conocí ayer en una fiesta.” Soplé sentándome a su lado.

“Es guapo.” Encogió sus hombros yo reí lanzándole un cojín. “¿Qué?” Rió. “¿Lo vas a negar? Incluso yo lo he reconocido, no es justo.” Hizo una mueca divertida.

“Bueno lo es, pero no es mi novio.” Miré la pared recordando lo sucedido, una sonrisa asomó de mis labios.

“¿Te gusta?” Una mueca de desagrado adornó su rostro tentándome a apretar sus mofletes.

“Oh, no.” Negué riendo.

“Eso es un sí.”

“No puede gustarme, sólo lo vi una vez.” Le miré.

“Amor a primera vista.” Me miró. “¿No se supone que eres tú la que lee chorradas sobre el amor? Yo no debería de decir eso.” Frunció su ceño riendo, reí.

“Pero no me gusta Jason, además tiene novia.” Miré mis pies mientras los movía.

“Lo que sea.” Rió caminando hacia la puerta, después salió.

Caminé hasta el portátil, al abrirlo vi que me seguía, sonreí, y presioné el botón “seguir”, después cerré el portátil, caminé hasta mi cama, me desvestí poniéndome un pijama y sin importarme la hora que fuera me acosté para ser raptada por morfeo.

Dos.





Dos.


Caminamos por el jardín, botellas de cerveza y otras bebidas adornaban el césped, algunos ya estaban dándose el lote en el porche de la casa o incluso se veían parejas en los coches guarrear.

“Cerdos” Dije para mí misma.

“¿Qué ocurre?” Preguntó Breyana a la vez que agarraba una de las muchas bebidas que cubrían una mesa.

“Creo que ya sé porque odio ir a fiestas.” Dije observando el lugar, la música estaba muy alta así que hablábamos a gritos.

“¿Ronnie Laine?” Movía su mano frente a mi cara intentando volver conectar conmigo, yo al parecer me encontraba en otro lugar que precisamente no era ese.

“¿Qué?” Pestañee seguidamente, después volví a encontrarme con los ojos oscuros de mi amiga.

“¿Qué mirabas con tanto descaro?” Frunció el ceño divertida mientras buscaba algo o mejor dicho alguien con el que yo pudiera haberme quedado así, lo que ella no sabía es que acababa de ver a las zorras que más de una vez habían sido la causa de mis marcas.

“He visto a Kristine y a sus amigas.” Murmuré sin importarme el que no pudiera escucharme.

“ ¿A quie…” Alguien no le dejó terminar.

“¡Breyana!” Sonrió un moreno de sonrisa reluciente.

“¡Mike!” Lo abrazó, me miró de reojo, el dueño de la fiesta. “Ella es Ronnie.” Me presentó, yo quedé como tonta mirando su bonita sonrisa hasta que sentí la mano de mi amiga empujar mi espalda para así acercarme a él.

“¿Eres nueva?” Preguntó observándome de arriba abajo, de seguro no esperaba a ninguna chica vestida como yo en su fiesta.

“De hecho vamos al mismo instituto.” Reí nerviosa, ya estaba acostumbrada a que todos me tuvieran por la chica invisible.

“Um, pues creo que no te vi.” Enarcó una de sus cejas, su sonrisa seguía intacta.

“Será eso.” Encogí mis hombros, miré a Breyana la cual pegaba un buen trago a una botella de vodka.

Si pilla un pedo no seré yo la que cargue de ella toda la noche, de eso nada.

“Ronnie, deberías beber, esto es genial.” Enseñó la botella de la cual estaba totalmente apoderada.

“No, gracias.” La miré, voltee para mirar a Mike, este había desaparecido, fruncí el ceño mientras observaba el lugar.

Caminé hacia una de las sillas libres, me senté ahí, como si esperase algún milagro u algo así, cosa que claramente no iba a pasar.

Movía mi pie al ritmo de la música, jugueteaba con mis manos esperando que Breyana decidiera marcharse para librarme de estar allí, cosa que me esperaba con ansias porque estar en ese lugar no era nada sano aparte de ser un completo muermo para mí.

Miré hacia la puerta del jardín que justo quedaba enfrente, allí pude reconocer a una morena de buen cuerpo vestida por un top color rosa junto unos estrechos y cortos shorts color blanco y unos tacones rosas flúor; Kristine.

Parecía molesta, ella intentaba arrastrar a un chico delgado de cabello desordenado hacia otro lugar, pero este resistía a su agarre, al parecer estaban discutiendo, hacían una bonita pareja.

Observé al chico, este tenía unos rasgos bastante perfectos, a pesar de que estaba a unos metros de mí podía verlo con claridad y vaya, era muy guapo.

Vestía con una camiseta color blanco de tirantes, unos jeans negros y unas supra blancas.

Se veía demasiado bien en esa camiseta la cual ceñía y marcaba a la perfección sus abdominales y dejaban tener una vista completa de sus musculados brazos.

El chico notó mi mirada y rápidamente sus ojos quedaron puestos en mí, cosa que me estremeció y como pude miré hacia otra parte, pero era muy tarde, me había pillado. Lo miré de nuevo, él sonrió negando, una sonrisa iluminó por completo mi rostro.

Soy idiota, un chico así jamás se fijaría en mí y mucho menos sonreiría verdaderamente, seguro que lo hizo en burla, típico.

Noté la presencia de alguien a mi lado, medio giré para ver quién era, poco después vi a la morena de escándalo; Kristine, parada a mi lado, no parecía para nada contenta, su mirada desprendía rabia e incluso creí que me pegaría un puñetazo o algo.

“¿Bonitas vistas verdad?” Se dignó a decir mientras me fulminaba con la mirada, mi respiración se aceleró.

Mierda.

“Lástima que sea mi novio.” Río falsamente, mientras su mirada recorría todo mi cuerpo, era muy obvio que miraba mi ropa.

“Déjame, yo no miraba a nadie” Escupí harta de esa z*orra.

“Puta mentirosa.” Río Bonnie llegando a rescatarla por supuesto y a hundirme más si se lo proponían.

“Ugh, ¿Qué diablos queréis?” Fruncí el ceño ya confusa, miré a Kristine, seguidamente a Bonnie, faltaba una zorra más allí con ellas, Rebeca.

“¿Cómo va tu vida suicida perra?” Dijo la morena cruzando sus brazos, quedando satisfecha por soltar aquella gran bomba frente a todos.

¿Mi vida suicida? ¿Cómo puede ir una vida suicida? ¿Huh?

“Dejadme ya, por favor.” No quería avergonzarme, no quería romper a llorar frente a toda aquella multitud, no quería que me viesen débil.

“¿Porqué te molesta que te digan la verdad? Al fin y al cabo eres una suicida, todo el mundo lo sabe, no sé de qué te avergüenzas.” Río la zorra de tacones rosas.

“¿Qué pasó? ¿Te miraste al espejo y viste lo horrorosa que eres?” Se burló su amiga Bonnie.

Una punzada en el pecho, justo en el corazón, estaban volviendo a hacer lo que habían estado haciendo a lo largo de los años, hacían que me odiara a mí misma, ese maldito tormento era peor que estar loca.

“¿Te comió la lengua el gato? Oh vaya…” Volvió a burlarse la rubia.

“Con zorras como tú prefiero no hablar.” Sonreí fingidamente, ella hizo una mueca en cuanto lo que yo había dicho.

“Mira perra.” Hizo una pausa, observando a la multitud, esta bailaba, sonrió tramando algo. “¡Chicos! ¿Habéis visto quien vino? La niñata que intentó suicidarse más de dos veces, aquí está la que ama cortar sus malditas venas porque se odia a sí misma.” Su voz era burlesca, Kristine me tenía más que nunca cogida por donde más me dolía, el sentirme observada, débil.

Todos voltearon, empezaron a reír, a murmurar entre ellos, me sentí como desde hace un tiempo no me había sentido, con ganas de volverlo a hacer, con motivos.

“¿También vomitas?” Rió un chico que salió de entre la multitud, los demás rieron a la broma, sentí mis ojos arder, pinchar.

“Yo…” Pinchaban más que nunca.

“¿Ves lo que ocurre cuando te metes con quien no debes?” Sonrío Kristine a la vez que palmeaba mi espalda.

“No sabe que decir porque sabe que es verdad” Volvió a decir el chico animando a las zorras, sólo se oía murmurar.

Observé toda la gente que desde no sé cuando me rodeaba. Intentaba no pestañear seguidamente, si lo hacia una cosa estaba clara, iba a llorar y todos se burlarían más.

Vi como el chico de antes, el de cabello despeinado, bajaba las escaleras de la casa junto dos chicos más riendo, pero al ver la situación pude notar su mirada seria intentando saber que ocurría, al lograr paso entre la multitud su mandíbula se tensó, me miró interrogante, después fulminó al parecer a su novia, caminó hasta ella.

“No sé qué diablos crees que estás haciendo, pero sólo te diré que en estos instantes me avergüenza ser tu novio.” Dijo enfurecido el chico de perfectos rasgos, al parecer su cabello era dorado.

“¿Bromeas? Esta puta nos ha llamado zorras” Se hizo la ofendida, el chico me miró, supongo que estaba intentando asimilar si podía ser cierto u totalmente falso.

“Si os ha llamado así será por algo.” Dijo tajante, miró a la multitud que nos rodeaba. “¿Qué coño hacéis? Largo.” En ese mismo instante todos hicieron caso y volvieron a lo de antes.

“¿La defiendes a ella?” Dijo incrédula la morena.

“Kristine… Esto no está bien.” Suspiró. “Estoy cansado de discutir, siempre es la misma mierda contigo.” Hizo una pausa, me miró. “No eres la Kristine de la que yo mismo me enamoré.”

“Si no eres tú será otro.” Sonrío falsamente.

La morena sopló, me fulminó con la mirada y se alejó contoneando sus caderas, sus tacones resonaban, ella pisaba con fuerza el suelo, se veía muy afectada.

Que se joda.

Regresé a la vida real, observé sus ojos, eran mieles, se acercó a mí poniéndose de cuclillas para quedar a mi misma altura, ya que estaba sentada.

“¿Estás bien?” Sonrío, parecía sentirse mal, estar preocupado, yo asentí, realmente no me salían las palabras. “Olvida lo que te haya dicho, realmente está algo… Loca.” Reímos por lo último. “¿Cómo te llamas?”

“Ronnie” Sonreí, miré sus ojos, ahora estaban más tranquilos.

“Justin.” Sonrío también. “Justin Bieber” Humedeció sus labios, eso me puso más nerviosa de lo normal. “¿Eres de por aquí? Frunció el ceño.

“Si, voy al mismo instituto que tu…”

¿Qué se supone que era?

“Si, ya sé, Kristine.” Dijo restándole importancia.

“Si, eso.” Reí.

“Ronnie” Que él dijera mi nombre me estremeció sin saber porqué.

“¿Si?” Lo miré.

“Me gusta tu nombre.” Sonrío, yo reí negando.

“Creo que debería irme.” Dije mirando la hora en mi móvil.

“Uh, eh… Si claro.” Se puso de pie a un lado, me miró, yo me levanté y quedé mirándole sin saber que decir u hacer.

“Gracias” Sonreí avergonzada, él había “salvado” de alguna forma mis muñecas.

“Oh, no es nada.” Metió sus manos en los bolsillos de su chaqueta, la cual antes no llevaba, era color verde oscuro, como de beisbol. “¿Vives lejos?”

“Oh no, a unas calles de aquí.” Mentí.

“¿A unas calles cuantas?” Enarcó una de sus cejas divertido, sabía que le mentía.

“Unas 5 manzanas.” Encogí mis hombros, él cruzó sus brazos.

“Deja que te lleve, que una chica vaya sola por la calle a estas horas no es nada bueno” Sentí mi corazón acelerarse, quería saltar de mi pecho.

“Está bien.” Dije caminando hacia la puerta, salí, después él.

Caminamos hacia un tipo de descampado de arena, unos minutos bastaron para llegar hasta su coche, este era plateado, un ferrari.

Vaya, el chico no se cuida nada mal.

“¿Este es tu coche?” Dije anonadada, él rió ante mi reacción abrió la puerta del copiloto, entré, después él mismo la cerró y caminó hasta su asiento.

“Mi amada Beyoncé” Mordió su labio y rió, yo reí al oír eso.

“¿Beyoncé?” Solté una carcajada, él enarcó una de sus cejas y sonrió.

“Ella nunca me traiciona, es la mejor.” Sonrió acariciando el volante, yo fruncí el ceño y sonreí.

El camino lo pasamos hablando, me había enterado de que él tenía los 19, uno más que yo, y que nació en Canadá, pero por razones personales tuvo que venir aquí a vivir.

Le indiqué mi calle, pero fingí que una bonita casa era donde yo vivía, bajé del coche, sonreí, él también lo hizo.

“Espero volver a verte pronto por alguna fiesta.” Dijo animado él.

Lo dudo.

“Oh, claro, nos vemos.” Agité mi mano diciendo adiós a la vez que caminaba hasta una puerta totalmente ajena, esperé a que él marchara para caminar hasta el estercolero donde yo vivía.

Uno.












Uno.


“I’m walking up, to ash and dust, I wipe my brow and sweat my rust, I’m breathing in the chemicals…” Imagine Dragons sonaba en mis cascos. 

Caminaba a la vez que cantaba el principio de esa tan perfecta canción.

Hacía frío, las hojas de los arboles crujían bajo mis botas, miré el cielo, estaba algo blanco, parecía una de esas escenas que aparecen en las películas la cual la chica pasea por las calles de New York con un Starbucks en sus manos mientras camina para ir al trabajo. La única diferencia es que yo camino por una de las mugrientas calles de California camino a casa después de un largo y horrible día de instituto.

El profesor Williams había dado una aburrida clase sobre el arte, por no mencionar que teníamos que hacer un trabajo sobre algún pintor del siglo XVI, y eso era realmente una autentica mi*erda, ya que la mayoría de las veces no prestaba atención a sus clases, simplemente ponía mis cascos y me iba a otro mundo totalmente diferente a este «vivir aquí, en este mundo, es una jodida basura».

Al llegar a casa busqué entre los bolsillos de mi chaqueta, al encontrar las llaves abrí la puerta de abajo, entré, seguidamente caminé hasta el ascensor, pulsé dos veces el botón color negro, realmente funcionaba mal y si no pulsabas dos veces este no venía y podías pasar horas esperando que ni hacía el intento.

“Tic” el ascensor hizo ese característico ruido y abrió sus puertas, bajé de este y caminé hasta la puerta 4, allí metí mis llaves sobre la cerradura algo oxidada y entré.

Lola no tardó en venir a saludarme, ella era una perra de 3 años, era mestiza, de raza grande, sus ojos eran algo especiales, uno de ellos era verde, otro marrón.

“Hey pequeña” la saludé acariciando su cabeza, esta se sacudió y al instante quedé llena de babas.

“¿Ronnie?” Gritaba Jason, el monstruo de 11 años el cual era mi hermano.

“No, la muerte.” Bromee, caminé hasta su habitación, él jugaba con la videoconsola, dejó de hacerlo cuando se dio cuenta de que estaba mirándolo. “¿Sabes algo de papá?” Lo miré, él apagó su consola, me miró y se encogió de hombros.

“No, llevo desde las 3 aquí y no apareció en ningún momento.” Dijo mientras jugueteaba con Lola, esta se revolcaba por el suelo, reí ante eso.

“¿No comiste entonces?”

Me preocupé, realmente papá era un hombre un tanto despreocupado, sé que si no fuese por mi Jason estaría en los huesos, y sé que yo hubiese muerto a no ser por mamá, cuando ella falleció yo tenía los 14 y podía más o menos apañarme a la hora de comer, ahora tengo los 18 y podría independizarme, realmente sería mejor que vivir en esta basura, pero simplemente no lo hago por Jason, él me necesita.

“No, no comí, pero tranquila, comí algo de pizza que sobró ayer.” Suspire tranquila al saber eso.

“Bien, pero Jason, si alguna vez necesitas algo tienes mi teléfono” Dije rebuscando por las estanterías, me apetecía algo caliente y rápido, como sopa o algo así.

“Sí, ya sé, pero no necesité llamarte, comí pizza Ronnie” Dijo algo molesto por mi charla.

“Um, está bien.” Rodé los ojos a la vez que ponía la sopa en la cazuela, era sopa ya echa así que sólo era calentarla. “¿Y qué hiciste en el colegio hoy? Sonreí, intentaba mostrarme siempre alegre con él.

“Matemáticas.” Dijo desganado.

“Dugh” Hice una mueca de desagrado, él rió.

“La señorita Tyller es mala conmigo, me pone más deberes que a los demás.”

“¿Eso es porque no te comportas bien?”Alcé las cejas moviéndolas, él movió su mano con desdén, quitándole importancia.

“No, sólo me tiene manía, es una bruja.” Escupió, yo contuve mi risa.

“¡Jason!” Caminé hacia la sopa, una vez allí la vertí en un plato, agarré una cuchara y me senté en la mesa a tomarla.

“Ronnie” Murmuró, yo lo miré, dándole paso a hablar. “¿Porqué papá no nos quiere?”

“No digas tonterías, nos quiere, pero ya sabes cómo es él.”Lo miré, se veía preocupado.

¿Cómo le iba a decir a un niño de once años que su padre no lo quería? Porque realmente el hombre al que llamamos papá no nos quiere, ni muestra un mísero interés por nosotros. Él apenas pasa tiempo en casa, siempre está en bares bebiendo con sus amigos yonkies u vendiendo droga por no sé dónde para después invertir el dinero en alcohol. Si no nos echaron de casa fue porque fui consciente de la situación y busqué un trabajo en una cafetería de por el centro para así poder mantener la familia, si se puede llamar así, porque la única familia es mi hermano.

“Hoy… Se rieron de mí.” Murmura, yo lo miro sorprendida.

“¿Qué? Balbucee.

“ Thomas y Louis.” Miró el suelo.

Sentí unas inmensas ganas de patear sus traseros en ese instante, ¿realmente cómo las personas desde tan pequeñas somos tan odiosas?

“¿Qué dijeron?” Le miré, apuesto a que si alguien me miraba ahora mismo a los ojos salía ardiendo.

“Se metieron conmigo diciendo que mi casa era un estercolero, y… Me dijeron que mi hermana era una suicida.” Su labio temblaba, no quería que él llorara, no quería hablar con los niñatos que habían dicho eso pero lo iba a hacer.

En realidad esos niños no dijeron nada que fuera mentira, esta casa es una basura, yo intenté suicidarme unas tres veces después de que mamá muriera, papá en ese entonces estaba bien y me llevó al hospital con las venas cortadas, hasta me ingresaron en rehabilitación. Pero el caso es que esos niños le habían dicho eso a Jason con maldad, con ganas de hacer daño y eso es asqueroso.

“¿Sabes que la gente puede llegar a decir de todo con tal de causar daño verdad?” Lo miré, él suspiró dejándose caer sobre el sofá color beige.

“¿Hoy no trabajas?” Dijo cambiando totalmente de tema.

“Nope, hoy tengo el día libre, ya de hecho hasta el lunes no trabajo y es viernes” Sonrío moviendo mis cejas, intentando hacerle reír.

“Se me olvidó decirte que la loca de tu amiga llamó”

“¿Breyana?” Lo miré sorprendida.

“Esa misma.” Hizo una mueca.

“Esa loca lleva una semana sin aparecer por clase” Negué mientras reía.

“¿Está enferma?” Alcanzó el mando de la tv, la encendió y rápidamente puso los Simpsons.

“No, ella simplemente vive despreocupada.” Me levanté llevando el plato al fregadero, allí lo lavé y coloqué de nuevo donde antes.

“Vaya amigas más raras…” Me miró. “Bueno, tú no eres muy normal.”

“¡Oye!” Corrí hacía él haciéndole cosquillas para así hacerme dueña del mando de la tv.

“¡No Ronnie! Quiero ver los Simpsons.” Se quejó incorporándose.

“Lo siento” Reí mientras hacía zapping, pero no echaban nada y volví a poner esos malditos dibujos.

“Te adoro hermanita, eres la mejor.” Reí ante eso.

“Sólo cuando te interesa.” Miré mi móvil, busqué Breyana en la lista de teléfonos, cuando lo encontré le envié un mensaje.

Para Breyana.
¿Qué ocurre?

De Breyana.
¿No puedo llamar a mi zorra favorita?

Para Breyana.
Estúpida, enserio, ¿qué tramas?

De Breyana.
Hay una fiesta esta noche, pensé en que querrías salir de tu aburrida vida suicida.

Hice una mueca, era mi amiga, pero simplemente decía lo que quería y cuando quería, le daba igual si me sentaba mal, supongo que ella es dura.

Para Breyana.
Mi vida suicida no es para nada aburrida, además me gusta leer libros y quedarme hasta tarde despierta acabándolos, las fiestas no me van.

De Breyana.
Vamos, no puedes pasar toda tu adolescencia encerrada leyendo libros, ¡tienes que salir ahí afuera y vivir la vida nena! Aún no has tenido novio, va siendo hora, enserio Ronnie.

¿Novio? ¿Para qué? ¿Para qué me rompan el corazón y tenga que volver a rehabilitación? Paso, además soy demasiado cortada cuando se trata de ellos.

Suspiré pensando en si contestarle a la loca de mi amiga o no, realmente un completo y tonto dilema.

-
Agarré el móvil, las 19:00 ¿tan rápido había pasado la tarde? Debía de haberme dormido, mierda.

“¿Vas a salir?” Escuché la ronca voz de mi padre hablarme desde la cocina.

“No lo sé.” De hecho lo que menos me apetecía en ese momento era quedarme en casa encerrada con la peste a alcohol.

“Está bien, yo ahora bajaré a… Hacer un trabajo”

¿Este hombre cree que soy tonta?

“No soy estúpida.” Escupí, esto empezaba a molestarme, día tras día esto no era sano.

“Me alegro.” Murmuró agarrando una cerveza de la nevera, lo miré mientras fruncía el ceño, le daba igual la situación, él seguía bebiendo.

Maldito alcohólico, amaba más las cervezas que a su propia familia.

Para Breyana.
¿Aún sigue en pie lo de la fiesta?

De Breyana.
¡Yay! Esa es mi zorra, vamos, en 10 minutos estoy abajo.


Bloquee mi móvil así guardándolo en los bolsillos de mis jeans, llevaba una sudadera grisácea ancha y unas converse negras.

Agarré mi chaqueta de cuero negra, «Imprescindible.» me la puse, pensé en avisar a Jason, pero él seguro que estaría durmiendo, cuando venía papá él se encerraba en su habitación al igual que yo.

Salí de casa, bajé el ascensor y salí a la calle, hacía frío pero no viento.

Un coche color negro estacionó justo en la acera de enfrente, caminé hasta él, Breyana me miró curiosa de arriba abajo, quizás ella no esperaba que fuese normal a una fiesta.

“¿Qué?” Dije incomoda.

“Sólo tú vas a una fiesta con sudadera.” Frunció el ceño divertida, yo entré en el coche, la miré.

“No tenia opción, era venir u quedarme en casa con el pestazo a alcohol de mi padre”.

“¿Dónde crees que vas?, es una fiesta, hay alcohol Ronnie.” Conducía mientras reía.

“¿Y? a unas malas esto es mejor, al menos desconectaré un rato.” Dijo mirando mi móvil.

“¿Qué tal te fue ayer por la cafetería?” Preguntó curiosa, eso me extrañó, nunca solía preguntar por eso.

“Bien, ya sabes, mucho trabajo.”

“Hoy estuve con Travis.” Mordió su labio a la vez que una sonrisa pícara adornaba su rostro, yo reí.

“¿Y? ¿Qué hicieron?” La miré sorprendida, ella se ruborizó. “No, no me digas.” Reí. “¿Y cómo fue?”

“¡Ronnie!” Gritó riendo, estaba nerviosa.

“Se supone que la rara aquí soy yo y no tú, así que cuenta.” Ella rodó los ojos y sonrío.

“Es bueno.” Encogió sus hombros.

“¿Cómo pasó?”

“Bueno, sus padres están de vacaciones en Londres, así que su casa quedó sola y…”

“Ya sé, tuvieron sexo.” La interrumpí, sonreí, sabía lo mucho que ella amaba a ese chico, prácticamente desde primero.

“Me gusta Ronnie.”

“¿Dónde está la Breyana alocada que sólo folla?” Bromee, ella sacudió su mano restándole importancia.

“En realidad sólo espero que no lo hiciera porque no tenía otra chica, si no patearé su trasero.” Bufó mirando atentamente la carretera.

“Mírate, eres preciosa y extrovertida, eso a los chicos les gusta.” La animé.

“Gracias.” Sonrío coqueta, yo rodé los ojos.

Los minutos pasaron, pusimos algo de música, cantábamos como locas a todo pulmón, realmente necesitaba pasar tiempo con ella, era mi única amiga y la que sacaba de mi esa parte algo loca pero rara, la única persona que lograba hacerme sentir una más y no el bicho raro.

“Llegamos.” Dijo retirando las llaves del vehículo.

“Vaya, gran casa.” Dije observando el jardín.

“Sí, y permíteme decirte que estás en una de las mejores fiestas del año, Mike es demasiado popular, sólo viene gente de su agrado a estas fiestas.” Explicaba mientras salía del coche.

“Vaya, y seguramente tuviste algo con él y te dejó invitarme ¿cierto?” Salí también del coche, escuché una risita.

“¿Eres adivina?” Rió. “En realidad nos liamos y me dijo que podía traer acompañante” Hizo una pausa. “pero no sabe que vienes tu” Encogió sus hombros.

Lo sabía, era imposible que un chico tan popular me invitase a una fiesta tan perfecta como sería esta, realmente nadie quiere a una chica así en este tipo de fiestas.

Hero.








Una chica perdida en la oscuridad, cansada de su falsa sonrisa.

La salida a los problemas la veía a través de una cuchilla o el suicidio, hasta que llegó él, para hacerle ver que no estaba sola, que alguien la amaba y sobre todo para hacerla sonreír.

Ella solía llamarlo héroe.