lunes, 2 de septiembre de 2013

Dos.





Dos.


Caminamos por el jardín, botellas de cerveza y otras bebidas adornaban el césped, algunos ya estaban dándose el lote en el porche de la casa o incluso se veían parejas en los coches guarrear.

“Cerdos” Dije para mí misma.

“¿Qué ocurre?” Preguntó Breyana a la vez que agarraba una de las muchas bebidas que cubrían una mesa.

“Creo que ya sé porque odio ir a fiestas.” Dije observando el lugar, la música estaba muy alta así que hablábamos a gritos.

“¿Ronnie Laine?” Movía su mano frente a mi cara intentando volver conectar conmigo, yo al parecer me encontraba en otro lugar que precisamente no era ese.

“¿Qué?” Pestañee seguidamente, después volví a encontrarme con los ojos oscuros de mi amiga.

“¿Qué mirabas con tanto descaro?” Frunció el ceño divertida mientras buscaba algo o mejor dicho alguien con el que yo pudiera haberme quedado así, lo que ella no sabía es que acababa de ver a las zorras que más de una vez habían sido la causa de mis marcas.

“He visto a Kristine y a sus amigas.” Murmuré sin importarme el que no pudiera escucharme.

“ ¿A quie…” Alguien no le dejó terminar.

“¡Breyana!” Sonrió un moreno de sonrisa reluciente.

“¡Mike!” Lo abrazó, me miró de reojo, el dueño de la fiesta. “Ella es Ronnie.” Me presentó, yo quedé como tonta mirando su bonita sonrisa hasta que sentí la mano de mi amiga empujar mi espalda para así acercarme a él.

“¿Eres nueva?” Preguntó observándome de arriba abajo, de seguro no esperaba a ninguna chica vestida como yo en su fiesta.

“De hecho vamos al mismo instituto.” Reí nerviosa, ya estaba acostumbrada a que todos me tuvieran por la chica invisible.

“Um, pues creo que no te vi.” Enarcó una de sus cejas, su sonrisa seguía intacta.

“Será eso.” Encogí mis hombros, miré a Breyana la cual pegaba un buen trago a una botella de vodka.

Si pilla un pedo no seré yo la que cargue de ella toda la noche, de eso nada.

“Ronnie, deberías beber, esto es genial.” Enseñó la botella de la cual estaba totalmente apoderada.

“No, gracias.” La miré, voltee para mirar a Mike, este había desaparecido, fruncí el ceño mientras observaba el lugar.

Caminé hacia una de las sillas libres, me senté ahí, como si esperase algún milagro u algo así, cosa que claramente no iba a pasar.

Movía mi pie al ritmo de la música, jugueteaba con mis manos esperando que Breyana decidiera marcharse para librarme de estar allí, cosa que me esperaba con ansias porque estar en ese lugar no era nada sano aparte de ser un completo muermo para mí.

Miré hacia la puerta del jardín que justo quedaba enfrente, allí pude reconocer a una morena de buen cuerpo vestida por un top color rosa junto unos estrechos y cortos shorts color blanco y unos tacones rosas flúor; Kristine.

Parecía molesta, ella intentaba arrastrar a un chico delgado de cabello desordenado hacia otro lugar, pero este resistía a su agarre, al parecer estaban discutiendo, hacían una bonita pareja.

Observé al chico, este tenía unos rasgos bastante perfectos, a pesar de que estaba a unos metros de mí podía verlo con claridad y vaya, era muy guapo.

Vestía con una camiseta color blanco de tirantes, unos jeans negros y unas supra blancas.

Se veía demasiado bien en esa camiseta la cual ceñía y marcaba a la perfección sus abdominales y dejaban tener una vista completa de sus musculados brazos.

El chico notó mi mirada y rápidamente sus ojos quedaron puestos en mí, cosa que me estremeció y como pude miré hacia otra parte, pero era muy tarde, me había pillado. Lo miré de nuevo, él sonrió negando, una sonrisa iluminó por completo mi rostro.

Soy idiota, un chico así jamás se fijaría en mí y mucho menos sonreiría verdaderamente, seguro que lo hizo en burla, típico.

Noté la presencia de alguien a mi lado, medio giré para ver quién era, poco después vi a la morena de escándalo; Kristine, parada a mi lado, no parecía para nada contenta, su mirada desprendía rabia e incluso creí que me pegaría un puñetazo o algo.

“¿Bonitas vistas verdad?” Se dignó a decir mientras me fulminaba con la mirada, mi respiración se aceleró.

Mierda.

“Lástima que sea mi novio.” Río falsamente, mientras su mirada recorría todo mi cuerpo, era muy obvio que miraba mi ropa.

“Déjame, yo no miraba a nadie” Escupí harta de esa z*orra.

“Puta mentirosa.” Río Bonnie llegando a rescatarla por supuesto y a hundirme más si se lo proponían.

“Ugh, ¿Qué diablos queréis?” Fruncí el ceño ya confusa, miré a Kristine, seguidamente a Bonnie, faltaba una zorra más allí con ellas, Rebeca.

“¿Cómo va tu vida suicida perra?” Dijo la morena cruzando sus brazos, quedando satisfecha por soltar aquella gran bomba frente a todos.

¿Mi vida suicida? ¿Cómo puede ir una vida suicida? ¿Huh?

“Dejadme ya, por favor.” No quería avergonzarme, no quería romper a llorar frente a toda aquella multitud, no quería que me viesen débil.

“¿Porqué te molesta que te digan la verdad? Al fin y al cabo eres una suicida, todo el mundo lo sabe, no sé de qué te avergüenzas.” Río la zorra de tacones rosas.

“¿Qué pasó? ¿Te miraste al espejo y viste lo horrorosa que eres?” Se burló su amiga Bonnie.

Una punzada en el pecho, justo en el corazón, estaban volviendo a hacer lo que habían estado haciendo a lo largo de los años, hacían que me odiara a mí misma, ese maldito tormento era peor que estar loca.

“¿Te comió la lengua el gato? Oh vaya…” Volvió a burlarse la rubia.

“Con zorras como tú prefiero no hablar.” Sonreí fingidamente, ella hizo una mueca en cuanto lo que yo había dicho.

“Mira perra.” Hizo una pausa, observando a la multitud, esta bailaba, sonrió tramando algo. “¡Chicos! ¿Habéis visto quien vino? La niñata que intentó suicidarse más de dos veces, aquí está la que ama cortar sus malditas venas porque se odia a sí misma.” Su voz era burlesca, Kristine me tenía más que nunca cogida por donde más me dolía, el sentirme observada, débil.

Todos voltearon, empezaron a reír, a murmurar entre ellos, me sentí como desde hace un tiempo no me había sentido, con ganas de volverlo a hacer, con motivos.

“¿También vomitas?” Rió un chico que salió de entre la multitud, los demás rieron a la broma, sentí mis ojos arder, pinchar.

“Yo…” Pinchaban más que nunca.

“¿Ves lo que ocurre cuando te metes con quien no debes?” Sonrío Kristine a la vez que palmeaba mi espalda.

“No sabe que decir porque sabe que es verdad” Volvió a decir el chico animando a las zorras, sólo se oía murmurar.

Observé toda la gente que desde no sé cuando me rodeaba. Intentaba no pestañear seguidamente, si lo hacia una cosa estaba clara, iba a llorar y todos se burlarían más.

Vi como el chico de antes, el de cabello despeinado, bajaba las escaleras de la casa junto dos chicos más riendo, pero al ver la situación pude notar su mirada seria intentando saber que ocurría, al lograr paso entre la multitud su mandíbula se tensó, me miró interrogante, después fulminó al parecer a su novia, caminó hasta ella.

“No sé qué diablos crees que estás haciendo, pero sólo te diré que en estos instantes me avergüenza ser tu novio.” Dijo enfurecido el chico de perfectos rasgos, al parecer su cabello era dorado.

“¿Bromeas? Esta puta nos ha llamado zorras” Se hizo la ofendida, el chico me miró, supongo que estaba intentando asimilar si podía ser cierto u totalmente falso.

“Si os ha llamado así será por algo.” Dijo tajante, miró a la multitud que nos rodeaba. “¿Qué coño hacéis? Largo.” En ese mismo instante todos hicieron caso y volvieron a lo de antes.

“¿La defiendes a ella?” Dijo incrédula la morena.

“Kristine… Esto no está bien.” Suspiró. “Estoy cansado de discutir, siempre es la misma mierda contigo.” Hizo una pausa, me miró. “No eres la Kristine de la que yo mismo me enamoré.”

“Si no eres tú será otro.” Sonrío falsamente.

La morena sopló, me fulminó con la mirada y se alejó contoneando sus caderas, sus tacones resonaban, ella pisaba con fuerza el suelo, se veía muy afectada.

Que se joda.

Regresé a la vida real, observé sus ojos, eran mieles, se acercó a mí poniéndose de cuclillas para quedar a mi misma altura, ya que estaba sentada.

“¿Estás bien?” Sonrío, parecía sentirse mal, estar preocupado, yo asentí, realmente no me salían las palabras. “Olvida lo que te haya dicho, realmente está algo… Loca.” Reímos por lo último. “¿Cómo te llamas?”

“Ronnie” Sonreí, miré sus ojos, ahora estaban más tranquilos.

“Justin.” Sonrío también. “Justin Bieber” Humedeció sus labios, eso me puso más nerviosa de lo normal. “¿Eres de por aquí? Frunció el ceño.

“Si, voy al mismo instituto que tu…”

¿Qué se supone que era?

“Si, ya sé, Kristine.” Dijo restándole importancia.

“Si, eso.” Reí.

“Ronnie” Que él dijera mi nombre me estremeció sin saber porqué.

“¿Si?” Lo miré.

“Me gusta tu nombre.” Sonrío, yo reí negando.

“Creo que debería irme.” Dije mirando la hora en mi móvil.

“Uh, eh… Si claro.” Se puso de pie a un lado, me miró, yo me levanté y quedé mirándole sin saber que decir u hacer.

“Gracias” Sonreí avergonzada, él había “salvado” de alguna forma mis muñecas.

“Oh, no es nada.” Metió sus manos en los bolsillos de su chaqueta, la cual antes no llevaba, era color verde oscuro, como de beisbol. “¿Vives lejos?”

“Oh no, a unas calles de aquí.” Mentí.

“¿A unas calles cuantas?” Enarcó una de sus cejas divertido, sabía que le mentía.

“Unas 5 manzanas.” Encogí mis hombros, él cruzó sus brazos.

“Deja que te lleve, que una chica vaya sola por la calle a estas horas no es nada bueno” Sentí mi corazón acelerarse, quería saltar de mi pecho.

“Está bien.” Dije caminando hacia la puerta, salí, después él.

Caminamos hacia un tipo de descampado de arena, unos minutos bastaron para llegar hasta su coche, este era plateado, un ferrari.

Vaya, el chico no se cuida nada mal.

“¿Este es tu coche?” Dije anonadada, él rió ante mi reacción abrió la puerta del copiloto, entré, después él mismo la cerró y caminó hasta su asiento.

“Mi amada Beyoncé” Mordió su labio y rió, yo reí al oír eso.

“¿Beyoncé?” Solté una carcajada, él enarcó una de sus cejas y sonrió.

“Ella nunca me traiciona, es la mejor.” Sonrió acariciando el volante, yo fruncí el ceño y sonreí.

El camino lo pasamos hablando, me había enterado de que él tenía los 19, uno más que yo, y que nació en Canadá, pero por razones personales tuvo que venir aquí a vivir.

Le indiqué mi calle, pero fingí que una bonita casa era donde yo vivía, bajé del coche, sonreí, él también lo hizo.

“Espero volver a verte pronto por alguna fiesta.” Dijo animado él.

Lo dudo.

“Oh, claro, nos vemos.” Agité mi mano diciendo adiós a la vez que caminaba hasta una puerta totalmente ajena, esperé a que él marchara para caminar hasta el estercolero donde yo vivía.

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